Nos tememos que con este blog toquemos un tema que ha sido tabú durante los últimos cuatro años en Mazarrón: el de la política de Personal del Muy Ilustrísimo. Decimos tabú en cuanto a que ha permanecido alejado por completo del discurso político, tanto del gobierno como de la oposición. Que en la calle oigamos frecuentemente el cansino soniquete de que “eso pasa en todos los ayuntamientos” referente a algunas cuestiones es otro cantar que carece absolutamente de interés.
Pero tal vez no seamos del todo justos. Hubo ciertamente una ocasión (quizás la única) en el que el espinoso asunto fue tratado en un pleno municipal recogido por las cámaras de televisión locales, en concreto el celebrado el día 28 de marzo del pasado año. En el citado pleno el líder de la oposición Francisco García (en un capítulo memorable que merecería pasar a los anales de la Historia del municipio) se dirigió a Miguel Ballesta, concejal de Personal, para preguntarle sobre el criterio de contratación del Muy Ilustrísimo. En medio de un ambiente de chanza por parte de los compañeros de Ballesta, el Alcalde se prestó a echarle una mano a su edil aventurándose a darle instrucciones entrecortadas en el sentido de que contestase a la pregunta “indirecta…” Y en efecto, la respuesta de Miguel Ballesta a Francisco García no pudo ser más evasiva
“El criterio de contratación es el históricamente seguido por el Ayuntamiento”
Para quien no lo sepa el señor Ballesta cobra la módica cantidad de 500 euros por asistir a los plenos y responder de esta guisa.
“El criterio de contratación es el históricamente seguido por el Ayuntamiento”
Para quien no lo sepa el señor Ballesta cobra la módica cantidad de 500 euros por asistir a los plenos y responder de esta guisa.
Así con todo, pese a nuestro largo periplo con la administración tratamos de esforzarnos por comprender las motivaciones de aquellas personas que nos han mostrado tan poco cariño durante estos últimos años. Veamos: a poco que reflexionemos hemos de reconocer que uno de los cargos políticos más desagradecidos de un ayuntamiento ha de ser por fuerza el de Personal. Un edil de Infraestructuras, por ejemplo, realiza a lo largo de su mandato obras públicas susceptibles de perdurar en el tiempo, jardines y rotondas que inaugura por todo lo alto en compañía del Presidente de la Comunidad con el que se fotografía y sale en los periódicos. La labor que realiza es a todas luces palpable y reconocida. Cuando con los años abandone su cargo y pasee por ese pueblo cuya fisonomía ayudó a trazar siempre contará con la satisfacción de decir: “eso de allí es cosa mía”, vanagloriándose ante sus hijos y nietos. Igualmente debe reservar sus buenas satisfacciones el ocupar una concejalía de urbanismo, aunque por razones muy diferentes.
Pero la concejalía de Personal es harina de otro costal. A poco de jurar el cargo uno debe experimentar la angustia de un cristiano arrojado a la arena del circo; te encaminas a tu despacho y ahí tienes en la puerta esperándote una jauría de sindicalistas y seudosindicalistas, ora sonriéndote, ora con el ceño fruncido que no se sabe qué es peor. Los más temibles son los veteranos, aquellos a los que parece que la jubilación nos les fuera a llegar nunca. Ante este berenjenal en el que le ha metido el jefe de su partido el edil solo tiene dos opciones: o se lía la manta a la cabeza y extrema en adelante las precauciones para no aparcar el coche en doble fila o trata de congeniar con los enemigos y buscar una compensación al deslucido papel de su cartera.
Pero la concejalía de Personal es harina de otro costal. A poco de jurar el cargo uno debe experimentar la angustia de un cristiano arrojado a la arena del circo; te encaminas a tu despacho y ahí tienes en la puerta esperándote una jauría de sindicalistas y seudosindicalistas, ora sonriéndote, ora con el ceño fruncido que no se sabe qué es peor. Los más temibles son los veteranos, aquellos a los que parece que la jubilación nos les fuera a llegar nunca. Ante este berenjenal en el que le ha metido el jefe de su partido el edil solo tiene dos opciones: o se lía la manta a la cabeza y extrema en adelante las precauciones para no aparcar el coche en doble fila o trata de congeniar con los enemigos y buscar una compensación al deslucido papel de su cartera.
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